Por: Constanza Bruno
Cuando alguien desconocido se suicida, la noticia es fría y escueta. De igual manera, cuando alguien conocido como Luis Javier Rodríguez Vargas, decide terminar con su vida, la cobertura periodística sobre su suicidio, sigue limitada a un qué, quién, dónde y por qué; a un pesar, a un QEPD; posiblemente a unas cifras, porque aquí la prensa es la apropiada para un país de cifras. La vida es frágil, y más para aquellos que como Luisito no supieron pedir ayuda; sus vidas son como un barco de papel, arrastradas por las circunstancias.
A las 5:40 p.m. cuando un medio local me comparte por watsaap la trágica noticia de Luisito, respondí “Estas son las noticias que nunca quiero leer Darío.
Adiós Luisito”. Pero hay que escribir de ello, para prevenir, para admitir que los periodistas también necesitamos ayuda porque también somos humanos; porque no terminamos de cubrir una noticia cuando empezamos otra.
Somos parte del mismo sistema de un país de precariedad, con miles de problemas, que desembocan en un problema público de salud mental. No estamos exentos de nada. La pregunta ahora es ¿el suicidio de Luisito será una noticia más en nuestra agenda? ¿Qué tal si dialogamos sobre ello? ¿Qué tal si en vez de sacar cifras, creamos redes de apoyo, prevención y seguimiento? Quizás Luisito descanse en Paz, pero su familia, no! ¿Quién será el protagonista del próximo suicidio? Compañeros por favor, vayamos más allá de la noticia!
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