Así planeó y ejecutó el robo de los ahorros en Bitcoin de la joven momposina Liliana Segovia, además le quitó la vida.

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Cuando Jairo Medina Vega apenas vio la camioneta Nissan XTRAIL, de placas KDV-902, modelo 2022, con apenas 700 kilómetros, de Liliana Segovia Navarro, le puso el ojo y de inmediato comenzó a ofrecerla vía WhatsApp, desde el miércoles 23 de febrero, a clientes del bajo mundo en Valledupar, que se encargan de comprar vehículos embargados o robados para después legalizarlos con documentos de traspasos y formatos de compra venta falsos.

Para ello, le tomó una foto a la camioneta, avaluada en 140 millones de pesos, que Liliana había dejado parqueada frente al edificio donde residía.

Al principio, su oferta no tenía aceptación. En esa zona del norte del país, los jaladores y los especialistas en el delito de receptación, se interesan en camionetas Toyota de alta gama, que son fáciles de vender y pasar al vecino país.

Pero al fin un ‘cliente’ aceptó su oferta el 24 de febrero, es decir, cuatro días antes de la desaparición de Liliana (28 de febrero) con la condición de que se la ‘pusiera’ en el Valle.

Jairo Medina Vega se había interesado en Liliana Segovia al conocer que la joven momposina había comprado hace 15 días la camioneta y además manejaba una cuenta de Bitcoin, equivalente a 15 mil dólares, y ahorros en sus tarjetas débito.

Al parecer Liliana contaba a vecinos y conocidos su excelente situación económica y estaba orgullosa de haber logrado mantenerse a flote atendiendo a un pensionado colombo americano, de más de 90 años, quien recibía dos mesadas.

Esto llegó a oídos de Jairo Medina a través de familiares que residían en el mismo edificio donde vivía Liliana.

Desde ese momento comenzó a preparar su plan macabro.

Logró hacerse amigo de la mujer y el lunes 28 de febrero le puso una cita para ‘plantearle un negocio’ de criptomenadas que Liliana aceptó engañada.

Ese día Liliana salió de su apartamento a las 7 de la mañana, como de costumbre, a llevar a un sobrino a un jardín infantil. Llevaba consigo sus tarjetas de crédito y débito y dos celulares y en uno de ellos la aplicación del Bitcoin.

A las 7 y 15 de la mañana se encontraron en la parte de atrás del Parque del Sol, localizado en la carrera 39 con la calle 73 de la ciudad de Barranquilla.
Allá la estaba esperando Jairo Medina, sentado en las sillas traseras de su carro. Ansioso.

Liliana parqueó su camioneta. Sin ninguna malicia se bajó, caminó unos metros y se montó en la silla trasera, zona derecha, del carro de Jairo.

De inmediato, Jairo le dijo que le hablara de sus ahorros en Bitcoin. Liliana sacó su celular, abrió la aplicación y comenzó a explicarle.

Jairo le pidió el celular para observar mejor la aplicación, mientras que seguía ‘metiéndole’ conversación.

De un momento a otro Liliana se dio cuenta de que Jairo estaba transfiriendo sus ahorros. Intentó arrebatarle el celular, pero éste la agarró fuerte con la mano derecha por el cuello, le puso una bolsa en la cabeza y la sostuvo hasta que terminó la operación. Liliana trataba de soltarse, pero la fuerza de Jairo la doblegó.

Cuando terminó de robarle, Jairo se dio cuenta de que Liliana se había desvanecido. Estaba inerte. Le tomó el pulso y se dio cuenta que no tenía signos vitales.

La hizo a un lado y sacó una cinta adhesiva y forró el cuerpo de Liliana con ella. Acto seguido levantó las sillas traseras de su carro, la metió en el baúl y bajó de nuevo las sillas.

Sudoroso se bajó del vehículo y llamó por celular. Llamó a un primo y le dijo que le hiciera el favor de guardarle su carro en un parqueadero.

Al poco rato llegó el familiar y se llevó el automóvil, con el cuerpo sin vida de Liliana, en el baúl. El primo se la guardó en un parqueadero de un edificio en el barrio Silencio.

Jairo se llevó los celulares y la llave del vehículo. A bordo de la camioneta de Liliana le saqueó la cuenta de ahorro.

Prendió el vehículo de Liliana y emprendió el camino a Valledupar. A la capital del Cesar llegó a las 12 y 15 de la tarde y se dirigió de inmediato al conjunto residencial Quinta del Rosario, ubicado en la carrera 19D número 5N-53, donde lo esperaban los compradores de carros robados.

El comprador le hizo una cédula falsa de Liliana e hicieron el traspaso del vehículo.

Por la venta de la camioneta, Jairo Medina recibió 12 millones de pesos.

Fue a la Terminal de Transportes hizo el camino de vuelta a Barranquilla, a donde llegó en horas de la noche.

De inmediato fue a recoger su carro, donde había sido guardado un balde, y alquiló un motel en la carrera 33 con calle 44, en cuyo parqueadero lavó el vehículo y metió dentro de un balde grande el cuerpo sin vida de Liliana.

Cuando terminó se fue para su apartamento, en la calle 39 número 20-149, segundo piso, apto 1, donde reside con su esposa y dos hijos menores de edad. Subió el tanque. Lo ubicó en la sala y se fue a bañar y a cambiar.

Llamó a su papá y le pidió que le prestara la camioneta porque tenía que hacer la entrega de unos materiales. Jairo decía en su familia que era comerciante y se dedicaba a la venta de materiales.

Como el cuerpo comenzaba a emitir el hedor por lo descompuesto, se apresuró a desprenderse de él. Montó el balde en la camioneta de su papá y emprendió el camino hacia Tubará.

A un lado de Cuatro bocas, lo lanzó en una cuneta y desandó el camino hacia Barranquilla.

Se trasladó a la parte de atrás del cementerio Calancala y procedió a lavar la camioneta y el balde. Una vez limpio el balde, se lo regaló a un basuriego.

Regresó la camioneta a su papá y se fue a dormir tranquilo en su hogar.

La camioneta de Liliana fue vendida a un comerciante en Barranquilla, por 25 millones de pesos, quien al conocer por los medios que era robada, procedió a devolverla al Gaula de la Policía.

Eso dio la pista certera para que se esclareciera en tiempo récord este caso que ha repudiado Barranquilla.

Este relato se lo hizo Jairo Medina Vega al Gaula de la Policía y a la Fiscalía y fue revelado por el Comandante del Gaula, Mayor Diego Molina.

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