En La Lucha, Ayapel, completan un año sumergidos entre las aguas.

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El agua se ha llevado los cultivos, ahogó a los animales de corral, arrasó con las vías terrestres, pero no ha podido con la determinación de un puñado de familias residentes en la vereda La Lucha, en Ayapel, que se aferran a su ingenio para seguir sobreviviendo a la tragedia de las inundaciones.

Ha pasado un año desde que las aguas comenzaron a tomar toda la tierra firme de esta población, perteneciente al corregimiento Alfonso López, en el municipio de Ayapel, subregión del San Jorge, sur de Córdoba.

Para los pobladores de esta zona del departamento, la época de lluvias de este año se juntó con la temporada invernal del año anterior, por lo que las aguas se han apoderado de todos los espacios donde antes estaban sus cultivos, sus animales, sus patios, sus enseres, sus casas.



Y es que lo que antes era considerado como una bendición para la vereda La Lucha, pensada como una despensa agrícola por estar cerca de ríos y ciénagas, se ha convertido en una maldición, por causa del exceso de lluvias, lo que la ha convertido en un punto en el confluyen las aguas desbordadas del río Cauca, que se filtra por el chorro de Cara ‘e Gato; y del río San Jorge, que ingresa por los caños San Matías y caño Barro.

“Se juntan las aguas de los dos ríos, porque son dos cauces diferentes que inundan a la vereda La Lucha. Una parte proviene del río Cauca, que entra por la boca de Cara ‘e Gato; y también nos afecta el río San Jorge que está bastante crecido”, dice Epifanía Suárez, una matrona familiar y líder social de esta zona del departamento, quien se mantiene en su casa aunque las aguas han desplazado a gran parte de sus vecinos.

“En la lucha vivíamos unas 33 familias, pero por causa de la desesperanza solo quedamos 12 familias. Se ha ido más de la mitad porque en las casas el agua ha llegado a tener una gran altura y ya no se consiguen árboles para construir tambos”, dice.

El tener que quedarse en la zona ha implicado un cambio determinante en la economía familiar, pues las labores agrícolas han sido reemplazadas por la pesca improvisada.


“No hay espacio para sembrar porque solo hay agua, sobrevivimos del pescado, cuando podemos sacar algo, generalmente se consigue bocachico. El arroz y otras harinas las conseguimos de manera variada; es decir, si se cogen 10 pescados, se venden cinco para comprar el arroz y se dejan cinco para la alimentación de la familia”, sostiene.

Agregó que “los animales de corral se perdieron todos, porque no tenemos dónde ponerlos, tocó mal venderlos porque el agua se fue lejos. Se juntaron los dos inviernos, el agua nunca bajó, al contrario ha ido aumentando porque la vez pasada se aguantó un poco más, pero ahora el San Jorge también ha crecido bastante, por lo menos en el patio de la casa tenemos profundidades de hasta 2 metros”.

Epifanía vive en una parcela de la vereda La Lucha, junto a su esposo, sus ocho hijos y cuatro nietos, todos devengan el sustento de lo que producen por medio del trabajo de la tierra.

“En medio de las inundaciones nació mi nieta más pequeña, que ya tiene 8 meses y tengo otros tres nietos entre los 7 y 9 años, con edad escolar, pero desde hace un año no van al colegio porque la escuela también está inundada. Primero fue la pandemia, y luego este invierno que no se ha ido”, dijo.

La vereda La Lucha está ubicada en la orilla del caño San Matías, a unas dos horas en lancha, hasta el casco urbano de Ayapel.

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