Se extinguió el Mohan.

Cortesía


Su último avistamiento en el río Magdalena fue hace ya 30 años, un par de pescadores en el municipio de Honda aseguraron haberlo visto río arriba en unas piedras, acurrucado con su tabaco en mano, su cabello largo y espesa barba.


Tristemente no fue sólo él, ya nadie habla de la Candileja, ni la Madremonte, tampoco se volvió a saber de la Patasola, el Duende o la mismísima Llorona. Y es que nuestra mitología colombiana está muriendo lentamente también. Las leyendas en las voces de los abuelos quedaron plasmadas en los relatos de nuestros padres y uno que otro texto escolar, pero en la era digital ya no hay espacio para estos personajes, ya no asustan, nos huyen, han ido desapareciendo lentamente y por voluntad propia ante el celular, que todo lo graba sucumbieron brillando por su ausencia, a diferencia de los villanos de Marvel que sí asustan y a la vez entretienen pero desde la tv o el cine.



Acá no había batallas épicas ni semidioses, acá existían personajes que daban miedo, buscaban asustar al borracho que le pegaba a la mujer, a la infiel que dejaba al marido, al ambicioso que robaba, etc, siempre hubo una coerción para persuadir a las personas de regresar a lo que a principios del siglo XX era considerado ‘el camino’ recto.


Escribo estas líneas desde la tierra de Odín y Thor, -con algo de nostalgia personajes que todos los niños y jóvenes acá conocen y no necesariamente por “Los Vengadores” (The Avengers) sinó por ser parte de su folclore e identidad cultural.

Qué en paz descanse El Mohan, sí, paz en la tumba, la tumba del olvido.

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